En el Imnovation-Hub hemos cubierto la refrigeración pasiva de edificios en muchas ocasiones. Son tecnologías que reducen el consumo energético y contribuyen a la sostenibilidad arquitectónica. Teniendo en cuenta las previsiones del calentamiento del planeta en los próximos años, es comprensible que los científicos estén buscando alternativas a los tradicionales aparatos de aire acondicionado. Ahorrar energía con materiales de construcción eficientes es hoy algo posible. Así, en el pasado hemos hablado de pinturas reflectantes y cubiertas vegetales, e incluso de la utilización de pigmentos del antiguo Egipto. Pero esas soluciones se basan en aplicar una capa adicional de material a las diversas superficies. ¿Sería viable desarrollar un material que integrara esas cualidades para facilitar la vida a los constructores? Esa era la pregunta que rondaba a los científicos de la Universidad de Maryland. No en vano, ya habían desarrollado películas plásticas y pinturas que devuelven la energía recibida a la atmósfera en forma de radiación infrarroja de rango medio, que se proyecta hacia el espacio exterior. Fue así como se les ocurrió crear un nuevo tipo de madera.
Cuando un material emite radiación infrarroja de onda corta, el aire circundante se calienta, por lo que el calor no se disipa. El primer paso, pues, era eliminar la lignina, que es un potente emisor de luz infrarroja. Así sometieron madera de tilo a un baño de peróxido de hidrógeno que descompone las moléculas de lignina. Una vez llevado a cabo este proceso, lavaron la madera y la introdujeron en una prensa caliente para compactar la celulosa y la hemicelulosa, que son los dos componentes restantes. Ahora tenían ante sí una madera ocho veces más resistente que la convencional. Y no solo eso: con la desaparición de la lignina, la madera adquiere un color blanco que refleja prácticamente toda la luz recibida. Además, en su nueva composición, absorbe el calor y lo emite en forma de radiación infrarroja intermedia.
El resultado de todo este proceso es una madera tratada que puede reducir la temperatura de la superficie en hasta 10 ºC, un material de construcción eficiente que, gracias a estas propiedades, conseguirá reducir el consumo energético de los edificios. Según los investigadores, el ahorro energético podría llegar al 60 %. Aún hay algunos escollos que superar, ya que la madera es inflamable y no es un material muy habitual en los tejados. Por ahora, podría utilizarse en la construcción de paredes, en combinación con otros tratamientos para los tejados como los que se han mencionado al comienzo del artículo.
Bioasfalto con lignina
Normalmente, la lignina es un residuo de la producción de celulosa que hasta ahora no se aprovechaba. Sin embargo, los investigadores comienzan a fijarse en este biopolímero como un prometedor material con múltiples aplicaciones. Una de las últimas es su utilización en el asfalto, mezcla en la que ya se ha experimentado con la inclusión de las fibras textiles de neumáticos usados. El desarrollo de un bioasfalto con lignina es una iniciativa llevada a cabo por el instituto de investigación holandés Wageningen Food & Biobased Research. El centro hizo las primeras pruebas hace cuatro años, asfaltando cien metros de carretera con una mezcla asfáltica que incluía un 50 % de lignina. Cuatro años después, lo resultados parecen alentadores, ya que incluso se ha registrado una leve disminución en el ruido generado por el tráfico. No obstante, aún habrá que esperar un poco más, ya que la vida útil de una carretera suele situarse entre los diez y quince años. En todo caso, los investigadores se sienten optimistas y creen que en un futuro sería viable la creación de asfalto compuesto por un 100 % de lignina, lo que permitiría prescindir de derivados del petróleo.
Fuente: Science Direct, WUR