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  • Rolls-Royce ha presentado el primer prototipo de una nueva generación de barcos autónomos que podrían estar operativos en dos o tres años. Además, en Noruega ya se ha inaugurado el primer campo de pruebas para estas naves no tripuladas.

La historia de la literatura está plagada de historias como la de “El Holandés Errante” ese barco fantasma condenado a vagar eternamente sin tocar puerto. También abundan las historias, más apegadas a la realidad, de embarcaciones encontradas en alta mar sin tripulantes. De alguna manera, produce fascinación imaginar esas gigantescas moles atravesando los océanos sin seres humanos en sus tripas. Sin embargo, la evolución tecnológica permite vislumbrar un mundo de colosales criaturas metálicas vagando por los océanos y emitiendo ondas electromagnéticas para comunicarse entre sí como si fueran manadas de ballenas.

En Rolls-Royce, tal como apuntaba recientemente Oskar Levander, su vicepresidente de Innovación, Ingeniería y Tecnología Marina, ya están trabajando en soluciones que permitan alcanzar la automatización absoluta en los vehículos marítimos. De hecho, la compañía británica ya ha avanzado sus planes para desarrollar un barco de estas características con una autonomía de 3500 millas náuticas, sesenta metros de eslora, velocidades superiores a los 25 nudos y la posibilidad de permanecer más de tres meses en alta mar.

No obstante, es muy probable que en una primera fase no veamos grandes buques mercantes completamente automatizados, sino que el cambio se vaya introduciendo paulatinamente en pequeños trayectos y de forma escalonada. Por ejemplo, en un ferry con una ruta fija, los sistemas de navegación serían autónomos mientras que se mantendría tripulación de servicio para atender a los pasajeros. Además, los sistemas de control irán combinando la navegación remota desde tierra con soluciones de inteligencia artificial que permitan a las embarcaciones reaccionar ante situaciones imprevistas tales como tormentas u obstáculos en su camino. 

En un mundo ideal, el último estadio de los buques autónomos sería el de unas naves muy distintas a las actuales, no solo en lo tocante a su funcionalidad, sino en su diseño. Estructuras destinadas hasta ahora a la tripulación humana como el puente de mando desaparecerían, mejorando su aerodinámica. La desaparición de las cabinas de la tripulación también redundaría en la optimización de las bodegas de carga. Por último, estos buques se podrían diseñar de tal manera que se convirtieran en fortalezas inexpugnables para los piratas. Además, al carecer de tripulantes humanos, las posibilidades de secuestro se reducirían sensiblemente.    

Sin duda, el proceso no está exento de incógnitas. Aunque son innegables los avances en tecnología y robótica marítima,  resultaría difícil replicar en un entorno dinámico, global e incontrolado como son las travesías oceánicas, la eficacia de protocolos como el modelo Industry 4.0. Este sistema, desarrollado en Alemania para avanzar en la automatización y descentralización de las fábricas a través de la inteligencia artificial e Internet de las cosas, aún necesita un cuidadoso estudio, integración, análisis y legislación antes de dar luz verde siquiera a los primeros proyectos.

Fiordo de Trondheim

Fiordo de Trondheim: la guardería de los barcos del futuro

En medio del estado de Michigan, en EEUU, hay una ciudad de trece hectáreas donde no vive nadie, las casas solo son fachada y los coches no tienen conductor. Se llama MCity y es la pista que utilizan marcas como Ford para poner a prueba sus coches autónomos. Si viajamos algunos miles de kilómetros nos encontraremos con su homólogo acuático. Se encuentra en Noruega, en el fiordo de Trondheim, y es el resultado de la colaboración de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología y el Gobierno del país escandinavo. El escaso tráfico marítimo que registra esta zona del país, sumado a sus particularidades geográficas y la presencia de diversas industrias a lo largo de la línea de costa, así como la apuesta gubernamental por las nuevas tecnologías, lo convierten en un sitio idóneo para comprobar la viabilidad de algunos de los navíos más sofisticados del planeta. Compañías como Kongsberg Seatex, SINTEF Ocean, Maritime Robotics y la propia Rolls-Royce Marine, mencionada al principio de este artículo, ya han puesto a prueba sus sistemas de navegación y detección de colisiones en condiciones muy cercanas a las reales. “Hasta donde sabemos, este es el primer campo de pruebas de su clase en el mundo”, declaraba recientemente Gard Ueland, presidente de Kongsberg Seatex.